April writes: “Chilean poet and academic Sebastián Núñez Torres (b. 1984) explores the fracturing of self and society in Las arpas rotas (Bajo la lluvia ediciones, 2020), a chapbook published in a lockdown that halted coronavirus as well as anti-government protests. The accelerating lines of his poem ‘Antifaces’, which I have translated, lament a loss of faith through images of the Catholic church and apocalyptic nature. The poem journeys from desolate tundra to las Grandes Alamedas, site of the recent protests and the final 1973 speech by then-president Salvador Allende, the beginning of the Pinochet era.”
Masks
It was a century of ghost embraces. We were afraid. We wept on glinting roofs as night fueled Saturnalias that stone-thrown Tuesday with the cops everywhere because it was all of us, even you, especially you, you and a crash of currents long thought swallowed in the deep. We came from all epochs and latitudes, from nobility, from sin in the name of the Father, from the original crime of conception. We were order’s detractors forever weaving threads of hexes. Blatant blasphemers of the remains of the pain of two centuries who would vomit on altars, but keep silent before tombs. Absurd fools like tin men in a world of dismantled geometries. I no longer want my days to degenerate into a cold plateau where crows feast on corpses, into the deathly crack of a glacier’s crevasse, into tectonic millennial dreams, wind-eaten peaks where you circled like a secret forgotten by the plains. Memory of precipices, embrace of ruins in the rotten time of the reported. Cries in the rubble of las Grandes Alamedas, bleak cities, Carnival masks of ashes and blood. We wanted to untie the knots of first promises, relight stars in dying constellations, harvest deliriums from storms at the temples of our sun-worshipping age. Crush of pyrrhic victories, lectures from elders in pulpits of imbecility, Manifest Destiny, angels weighing sixty tonnes in the suburbs, cosmogony of calm horror at time’s beginning, centuries, centuries oxidising air in the rubbish heap of prophecies.
Antifaces
Fue una centuria de abrazos espectrales. Teníamos miedo. Lloramos en las azoteas del esplendor mientras la noche organizaba Saturnales el martes de piedrazos con los Pacos en cualquier parte porque éramos todos, los unos y los otros y tú también, tú, sobre todo tú y un encuentro de cauces que se pensaban derogados en el seno del flujo. Éramos hombres de todas las épocas y latitudes, de todo repertorio de noblezas y pecados en nombre del Gran Padre. Y crimen metafísico bajo la falda del origen. Disidentes del orden en largas jornadas urdiendo el hilo de los conjuros. Vociferantes blasfemos en la alquimia depurada del dolor bicentenario que vomitaron en los altares de lo Sagrado, pero guardaron silencio frente a las tumbas. Bufones absurdos como presencias metálicas en un mundo de geometrías devastadas. Ya no quiero que mis días se conviertan en un páramo donde los cuervos festinan sobre cadáveres, el crujido prisionero en la grieta de los témpanos, sueños tectónicos de milenios, cumbres derruidas del viento donde rondabas como un secreto que olvidaron las llanuras. Memoria de acantilados, abrazo de ruinas en el tiempo devastado de lo informe. Gritos en el roquerío de las Grandes Alamedas, ciudades desoladas, máscaras en los carnavales de la ceniza y la sangre. Queríamos desatar el nudo de los primeros juramentos, resucitar luces de constelaciones desmayadas, cosechar delirios de huracanes frente a los templos de nuestra edad heliotrópica. Enjambre de las victorias pírricas, lloriqueo de menopaúsicas en el púlpito de la imbecilidad, destino manifiesto, Ángeles de sesenta toneladas en los suburbios, la cosmogonía del tranquilo horror en el inicio de los tiempos, centurias, centurias oxidando el aire en el vertedero de las profecías.